Manuel Rodríguez: El tesoro de Tiltil

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La responsabilidad intelectual del asesinato de Manuel Rodríguez Erdoíza (1785-1818) en general se le ha atribuido a Bernardo O’higgins. Pero no es algo que se pueda aseverar del todo, considerando que  no solo para él era non grata la persona de Rodríguez, sino también para la organización a la cual  pertenecía: la Logia Lautaro. Lo que no se puede desmentir es que el espíritu inquieto del guerrillero e ideales como «Soy de los que creen que los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses, o cada año a lo más…» hacían que su persona resultara un estorbo para el concepto de gobierno del Director Supremo. No por nada, luego de la batalla de Chacabuco, había intentado «deshacerse» de él con la excusa de enviarlo como emisario del gobierno a los Estados Unidos.

En esa ocasión Rodríguez había sido detenido y recluido en el castillo San José (Valparaíso) a la espera de ser embarcado forzosamente a Norteamérica. Sin embargo, con astucia huiría de aquel lugar. Estuvo en la clandestinidad hasta que José de San Martín   regresó de Argentina. Este  lo excusaría ante O´higgins, porque estaba, en cierto modo, agradecido de la labor del guerrillero durante el periodo de reconquista y  porque, a pesar de no compartir el pensar de Manuel  era de la opinión que era conveniente «que hagamos de él un ladrón fiel».

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Luego del triunfo del 5 de abril en Maipú (1818), el ambiente estaba enrarecido en Santiago. El 11 de abril O´higgins cita a Rodríguez al Palacio de Gobierno donde le ordena disolver el escuadrón militar por él formado, Los Húsares de la Muerte,  esto por falta de disciplina y espíritu militar (Latcham, 1932).

Asimismo había intranquilidad en los barrios, pues se dice que los militares vencedores hacían abusos a la población. También, por esos días se conoce la triste  noticia del asesinato de los hermanos Carrera en Mendoza (Juan José y Luis), y a eso se suma el descontento por la notoria injerencia de argentinos en cargos claves. Este contexto propició la necesidad de convocar a un Cabildo Abierto tras el cual los vecinos solicitarían a la máxima autoridad las reformas necesarias.

Así se llega al 17 de abril, el Cabildo había elegido una comisión de tres vecinos: don Agustín Vial, don Juan José Echeverría y don Juan Agustín Alcalde los que se acercaron al Palacio de Gobierno para hacerle saber al Director Supremo las exigencias del pueblo, entre ellas la redacción de una nueva Constitución. Mientras tanto en la calle, en expectativa, un  grupo de gente vociferaba su descontento.

«¡contra los tiranos!», «¡contra las contribuciones!»

El Director Supremo, al recibir a la comisión, se mostró con el ceño adusto y sindicó de provocación a la anarquía y el desorden, de modo que terminó por ignorar a los representantes del Cabildo.
Esto hizo que Rodríguez y Valdiveso, joven detractor de Ohiggins, montandos en caballos, desde la muchedumbre arribaran en el interior del palacio. Al ruido de los gritos que increpaban a Ohiggins y de los caballazos, se alertaron  los edecanes  y advirtieron a la guardia. Minutos después Rodríguez y Valdivieso estaban detenidos y se daba orden de conducirlos al Cuartel de San Pablo, que por esos días ocupaba el batallón n°1 de infantería de Cazadores de Los Andes. Esta vez la suerte estaba echada, según Latcham, se había jugado su destino con la frialdad con que la Logia Lautarina juzgaba a los enemigos del “sistema”.

Los Cazadores de los Andes eran comandados por Rudecindo Alvarado (natural de Salta, Argentina). Este designó un grupo de soldados, de toda su confianza, bajo las inmediatas ordenes de los tenientes segundo don Manuel Antonio Zuloaga (mendocino) y don Antonio Navarro (español). A este batallón se le encargó la custodia del malogrado Manuel Rodríguez. Luego se les daría la orden de trasladarse a Quillota llevando consigo al prisionero.

Tres días antes de formarse la compañía, que emprendiera rumbo a Quillota, Navarro le habría contado en tono secreto a José Manuel Benavente, que sus superiores lo habían mandado a llamar para encargarle un importantísimo favor para la patria: eliminar a Manuel Rodríguez.

Al preguntarle  porque no se había excusado -como Zuloaga- Navarro le habría dicho:

-¿No considera usted que soi español, que no tengo relación alguna en el país, y que si no me presto a la maldita comisión que se me quiere dar, probablemente se desharán de mí por temor de que revele el secreto? Agregue Usted que nuestro comandante es el que mas me compromete.

Sin querer involucrarse más en el asunto Benavente expresaría en una carta (1), que se habría alejado diciéndole:

-Usted sabrá lo que se hace

(1) La carta fue publicada en 1850 por Guillermo Matta

Camino a Tiltil

La madrugada del 25 de mayo de 1818 el batallón  deja el cuartel de San Pablo, cruzan por el Puente Cal y Canto el río Mapocho  y dirigen la marcha en dirección al norte. Rodríguez desanimado presiente el fin, la crónica de una muerte anunciada está por tener un desenlace.

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Exterior de Casona de San Ignacio          (Colección Afda)

A la hora del almuerzo el piquete se encontraba en las Casas de San Ignacio, Quilicura, en este lugar ocurre un hecho que haría sumir en angustia a Manuel Rodríguez. El capitán José Manuel Benavente, en un acto de advertirle su destino, le habría ofrecido un cigarro instándole a que lo aceptase ¡le conviene!- le diría. Rodríguez al tomar el cigarro el papel de este tenía escrito la palabra huid!. Se dice que Navarro, que no le sacaba la vista a Rodríguez, habría descubierto dicho mensaje. Recordando el fin de sus amigos los Carrera la marcha se hace cada vez mas apesumbrada.

El comandante Alvarado había dispuesto que el piquete que custodiaba a Rodríguez se colocase en la marcha y en los alojamientos cuatro o seis cuadras adelante o atrás del grueso de la tropa. Esta medida, calculada para mantener al preso en completa incomunicación, fue en cierto modo ineficaz. Rodríguez tuvo el aviso o adquirió la sospecha de que se trataba de asesinarlo, y sus temores se acrecentaban cada vez que por algún incidente quedaba solo con los soldados.(2)

La noche del 25 de mayo el batallón de los cazadores de los Andes pernoctan en tierras de la hacienda de Colina (3) pertenecientes a don Diego Larraín.Leer más »

Microdocumentales Tesoros de Chacabuco

Tesoros de Chacabuco es una serie de microdocumentales sobre los monumentos históricos de la provincia, realizado por Antipoder Producciones y Arándano Producciones con el financiamiento del Fondart Regional. (Dirección y producción general: Ana María Hurtado)